6/04/2011

Carta abierta de Carlo De Amicis a los alcaldes y concejales elegidos en las elecciones municipales del 22M.

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Carta abierta de Carlo De Amicis a los alcaldes y concejales elegidos en las elecciones municipales del 22M.

Hace unos días en nuestro país y en nuestra ciudad se celebraron elecciones municipales. Las personas elegidas van a tener la tarea nada fácil de administrar nuestras ciudades durante cuatro años, y esto en un periodo caracterizado por la mayor crisis económica (y de valores) de las últimas décadas.

¿Sabrán estar a la altura de semejante reto? La historia lo dirá, de momento lo único que sabemos es que la ciudadanía va a estar vigilando, esperando que las cosas se hagan lo mejor posible.

Siempre he soñado con un mundo mejor, un mundo más justo y solidario, un mundo en el que las personas ya no se trataran como enemigos, sino como buenos hermanos (y digo buenos hermanos y no tan sólo hermanos porque la historia de Abel y Caín la conocemos todos). Siempre he soñado con un mundo mejor, y creo que la política puede contribuir a que esto ocurra. Sin embargo, nunca me plantee la posibilidad de ser un político: mi compromiso personal con la sociedad en la que vivo se ha manifestado con mi implicación en el movimiento asociativo y con mi esfuerzo, como psicólogo, de ayudar a las personas que más lo necesitan.

Hoy quiero regalar un cuento a todas las personas que tienen un papel destacado en la vida política de nuestro país, de nuestras ciudades, de nuestros pueblos. Lo regalo, porque los cuentos no se cuentan, ni se narran, sino que se regalan. Es un cuento que me encantó cuando lo leí y que transmite una sabiduría antigua y sin embargo muy actual, una sabiduría de la que estamos muy necesitados.

El sonido del bosque

Cuenta una antigua leyenda, que hace muchísimos años el rey Ts’ao reinaba con rectitud y sabiduría para su pueblo.

Ts’ao quería que su hijo, el príncipe T’ai, estuviera preparado cuando llegara a sucederle así que le envió al templo para que estudiara con el gran maestro Pan Ku.

Nada más llegar al templo, el Maestro envío el príncipe solo al bosque Ming-Li donde permaneció un año intentando describir los sonidos del bosque.

Cuando el príncipe T’ai regresó al templo, Pan Ku le pidió que describiera todo lo que había podido escuchar.

"Maestro", dijo el príncipe, "en el bosque escuché el canto de los búhos, el susurro de las hojas, el vuelo de los insectos, el canto de los grillos, el toque del pasto, el zumbido de las abejas y el murmullo del viento".

Sin embargo, cuando el príncipe concluyó su relato, el maestro le pidió que volviera otra vez al bosque para escuchar más allá de lo que ya había escuchado. El príncipe se quedó atónito por lo que le pidió el maestro Pan Ku. ¿No habría acaso escuchado cada sonido realmente?

El joven príncipe regresó al bosque Ming-Li y día y noche, se quedó sentado solo en el bosque, escuchando. Con todo, no lograba oír otros sonidos que los que antes había escuchado. Hasta que, una mañana, estando sentado en silencio bajo los árboles, empezó a distinguir ligeros sonidos diferentes de aquellos ya escuchados. Agudizó su oído y los sonidos se hicieron más claros. En ese momento notó como una sensación de lucidez envolviéndole.

"Deben esto ser los sonidos que mil maestro me pidió que escuchara", se dijo a si mismo T’ai.

El príncipe regresó así al templo y el maestro le preguntó qué más había escuchado.
"Maestro", dijo el príncipe reverentemente, "cuando yo escuché más de cerca, escuché lo no escuchado: el sonido de las flores cuando abren, el sonido del sol calentando la tierra y el sonido del pasto cuando prueba el rocío de la mañana".

El maestro aprobó con la cabeza:
"Escuchar lo no escuchado", remarcó Pan Ku, "es una disciplina necesaria para ser un buen gobernante. Sólo cuando un gobernante ha aprendido a escuchar con atención el corazón de las personas, a escuchar sus sentimientos no comunicados, el dolor no expresado, y demandas no habladas, puede él esperar inspirar confianza en su gente, entender cuando algo está mal, y encontrar las verdaderas necesidades de sus ciudadanos.
La caída de los gobiernos sobreviene cuando los líderes sólo escuchan palabras superficiales y no penetran profundamente en el alma de las personas para escuchar sus verdaderas opiniones, sentimientos y deseos".

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